Por José M. Cichero.
Gerente de I&D Rainbow.
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Muchos grandes productores agrícolas se convirtieron en empresarios con escaso tiempo para dedicarse a recorrer lotes de producción y detectar las malezas, plagas o plagas en forma anticipada. Por otro lado, la creciente oferta de herramientas disponibles exige que el conocimiento y la continua capacitación técnica acompañen las decisiones empresariales para lograr cultivos rentables y seguros para el medio ambiente.
En este contexto, el ecosistema en el que irrumpimos constantemente con labores, siembra de cultivos y aplicaciones de fitosanitarios encuentra su equilibrio modificándose. Ante esta dinámica, el papel del Ingeniero Agrónomo como asesor, monitoreador de cultivos, evaluador de tecnologías e implementador de estrategias, toma aún más vigencia para maximizar rendimientos y rentabilidades a largo plazo sin perder de vista la sustentabilidad.
En los últimos años se observa que la previsión de soluciones ante problemáticas conocidas y que se suceden de manera constante, no forma parte de una estrategia corriente. Es por ello, que es nuestro deber como asesores recomendar siempre la toma de los recaudos necesarios basados en información confiable de la zona productiva de influencia y más específicamente de los datos tomados en nuestro propio campo.
A modo de ejemplo, si entendiéramos que a lo largo de los últimos 5 años de los lotes de soja de nuestra explotación se alcanzó el Umbral de Daño Económico (UDE) para plagas como Trips, Orugas, Chinches o Arañuelas y hemos tenido que aplicar insecticidas para su control en un porcentaje determinado de los lotes, parecería lógico aprovisionarse, cuando menos, de esa cantidad de insumos en forma anticipada para luego “caminar” los lotes con la mayor frecuencia posible, muestrearlos y tomar las decisiones de aplicación en los momentos más oportunos y que más se ajusten para el producto fitosanitario elegido, el cultivo y la plaga en cuestión. El mismo ejemplo podríamos citarlo para el control de enfermedades y de malezas, donde conocer el período crítico donde el rendimiento potencial del cultivo es afectado en forma significativa, resulta imprescindible para la elección de la estrategia química y de manejo a seguir.
Cabe destacar, que las pérdidas de rendimiento registradas por una aplicación a destiempo en relación a la plaga, el cultivo y el fitosanitario elegido son significativas. Las pérdidas varían entre los 5 y 10 qq/ha para el control de Enfermedades de Fin de Ciclo, Roya y Mancha “Ojo de Rana”; los 3 a 5 qq/ha para el caso del control de chinches y trips y de hasta 10 qq/ha en el caso de arañuelas. He aquí, sin dudas, la importancia del monitoreo contínuo, correcto diagnóstico y un eficiente control de estas plagas por parte un profesional capacitado y actualizado.
Es muy importante tener presente que los controles químicos de plagas: malezas, insectos y enfermedades, solamente mitigan las pérdidas de rendimiento que éstas ocasionan, por lo que realizar controles en forma tardía redunda irremediablemente en menores rendimientos. Anticiparse y medir los problemas es la mejor estrategia de todas. Recordemos por último que lo que no se puede medir no se puede mejorar y que el lucro cesante es una plaga invisible y silenciosa.